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La crianza de los hijos

El asunto que urge tratar ahora es la crianza de los hijos que Dios nos ha dado o nos dará. Uno de los motivos más fuertes para tener un matrimonio realmente cristiano es que éste será el ambiente propicio para criar una familia que glorificará al Señor en este mundo. Vamos a penetrar en este terreno para sembrar unas semillas que espero en Dios les sirvan.

El primer paso en una empresa espiritual debería de ser la oración. Si hemos de triunfar en esta tarea, será porque la gracia de Dios nos capacita y motiva a hacer nuestra parte. La gracia de Dios desciende del Trono de Gracia en respuesta a la oración de fe (Hebreos 4:16; Santiago 1:5,6).

La oración es privilegio y deber, deleite y trabajo, descanso y lucha, lo más fácil y lo más difícil. Es el secreto de toda vida fructífera y victoriosa. Pero sólo si se cumplen estas condiciones. No hay nada más vacío que las oraciones de pura palabrería y repeticiones vanas que aburren al que reza y al Señor. La oración vital y eficaz nace de la humildad y de la desesperación del que clama a Dios porque sabe que no hay otro que le pueda ayudar. Esta es la clase de oración que los padres deben practicar fielmente a favor de sus familias. Como padre o madre debes hacer tuyo el voto de Samuel el profeta: “Lejos sea de mí que peque yo contra Jehová cesando de rogar por vosotros; antes os instruiré en el camino bueno y recto” (I Samuel 12:23).

¿Dónde empezar? ¡Contigo mismo! Tienes que aprender a ser buen padre o buena madre. Antes de tomar clases, leer libros o escuchar cintas, debes estar creando el hábito de pedir a Dios que te enseñe Sus caminos (Salmo 25:4,5). Haz tuyas las peticiones del Salmo 119. Márcalas con una palomita o subráyalos con un cierto color para estarlas pidiendo regularmente. Adáptalas a tu situación y necesidad, ampl íalas para incluir otras áreas que te afectan.

En segundo lugar, ora por tu cónyuge. La familia cristiana no se desarrolla con el esfuerzo de sólo uno. Ambos tienen que trabajar y esforzarse. Si esto no está funcionando en tu matrimonio, ponte a orar por la vida espiritual de tu pareja. Usa las oraciones de Pablo como modelos para saber orar efectivamente por otro: Ef. 1:15-20; 3:14-21; Fil. 1:9-11; Col. 1:9-12; 4:12; I Tes. 3:12,13. Pregunta a tu cónyuge qué quiere que pidas específicamente todos los días. S é fiel y constante.

El tercer paso es orar por los hijos “habidos y por haber”. Si no tienen hijos todavía, están en la mejor posición para pedir por ellos desde antes de su concepción y nacimiento. No por el color de ojos, sexo, tamaño, temperamento, cosas así. Pero sí pueden pedir que Dios le toque su corazón temprano, que le guarde de experiencias dañinas para su alma, que le proteja de Satanás, que le dé hambre de la Palabra, que aprenda a orar con fe, etc.

El libro de Proverbios ofrece mucho material para la oración de padres por sus hijos, especialmente los que ya nacieron y en quienes vemos debilidades y necesidades. Tomen ahorita el primer capítulo y hagan una lista de oración para sus hijos. Luego en otras ocasiones hagan lo mismo con los capítulos 2 al 9. Hagan una lista para cada hijo con textos anotados para poder pedir con confianza lo que la misma Palabra de Dios enseña que es bueno y deseable para ellos. Estén pendientes en su lectura bíblica para hallar promesas especiales que puedan reclamar para cada uno de ellos conforme a su personalidad. En años venideros les sorprenderán al ver la fidelidad de Dios para cumplirlas, como dijo el Rey Salomón en I Reyes 8:56: “…ninguna palabra de todas sus promesas … ha faltado”.

Luego, no hay que olvidar dar gracias a Dios por los hijos, cada cual tal como es, con sus problemas físicos o espirituales, con sus debilidades y puntos fuertes. La Palabra nos enseña a dar gracias por todo (Ef. 5:20) y esto incluye a los hijos con todo lo que añaden a la familia. También debemos dar gracias en todo (I Tes. 5:18), lo que incluye los accidentes, enfermedades, pruebas y problemas que traen a nuestra experiencia. ¿Por qué dar gracias por todo y en todo? Romanos 8:28,29 enseña que es por medio de estas cosas que Dios produce el bien en nuestra vida al irla transformando a la imagen de Jesucristo. Santiago 1:2-4 explica que las pruebas producen un proceso de maduración espiritual. Así ponemos por obra nuestra fe; obedeciendo un mandamiento difícil le damos gracias con confianza en lo invisible y convicción en lo que no se ve a ún (Hebreos 11:3).

En último lugar, si es posible oren juntos por los hijos. No hay nada que une los corazones más que humillarnos delante de Dios y pedir Su ayuda y poder para lo que nos ha encomendado como tarea para la pareja cristiana. Necesitamos reclamar la promesa de Mateo 18:19: “Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo sobre cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre…” Hay una condición aquí: estar de acuerdo. Esto seguramente implica más que sólo decir “Amén” a lo que dice el otro. Implica que hayamos hablado de metas, objetivos y propósitos, y que estemos dispuestos a no sólo pedirlos juntos, sino trabajar juntos para su realización. De esto hablaremos en otras cartas, con la ayuda de Dios.

Vamos a seguir sobre la crianza de los hijos. ¿Quieren criar hijos estables, íntegros y sanos? Entonces deben entender les va a costar tiempo. Si a corto, mediano y largo plazo no están dispuestos a darles este tiempo, pueden, desde ahora, olvidarse de cualquier sueño de nobleza y fortaleza para sus hijos, y resignarse a sufrir múltiples problemas con ellos. Con tristeza puedo decirles que he visto muchos casos, en varias culturas y aun en la familia de grandes cristianos, donde la falta de pasar tiempo con los hijos ha sido desastroso. No se engañen; no hay atajos, ni sustitutos, ni remedios milagrosos que cambien la regla: “Criar hijos es costoso”.

Y el mayor costo es tiempo, su tiempo. Veamos, a plazo largo, deben considerar que tienen un promedio de 20 años para hacer su contribución en la vida de cada hijo. Si tienen cuatro hijos, estarán criando hijos durante 25 a 30 años. Las implicaciones son tremendas. Si van a invertir tanto tiempo en esta empresa, deben tener como meta hacer muy bien su trabajo y llegar a ser experto. Además, deben buscar cómo gozar de ellos: no lo vean como una carga. Será largo el tiempo de la crianza y exigirá continuamente de ustedes mucho aprendizaje, así como cambios de mentalidad y actitud.

¿Ven por qué pregunté si están preparados para la tarea de criar a sus hijos? Dios se los da como una heredad (Salmo 127:3), es a saber, un terreno que necesita mucha inversión para producir algún fruto. Tendrán que:

1. Sembrar la buena semilla (la Palabra de Dios) y el buen ejemplo, y evitar en todo lo posible la siembra de mala semilla. Satanás hará todo lo que pueda para sembrarla. ¡No le ayuden!

2. Cultivar con corrección y disciplina la tierna plantita para que pueda crecer más, y para quitar la mala hierba, o sea, las cosas malas que los niños aprenden a hacer.

3. Abonar con actividades estimulantes para que las enseñanzas puedan dar fuerza a la planta en crecimiento.

4. Regar con sus oraciones continuas las vidas que Dios les encomienda.

5. Cosechar espiritualmente, en el momento apropiado, las decisiones y compromisos que sus hijos harán para asegurar que sean, antes que todo, discípulos del Señor.

Esta empresa importante demandará muchos años. No pueden empezar demasiado temprano, ni dejar de trabajar antes del tiempo señalado. ¿Qué pasará si no trabajan? Sus hijos llegarán a ser heredades inútiles, llenas de malas hierbas, de frutos amargos que afectarán no sólo sus propias vidas sino las de los hijos de ellos, y por supuesto sus vidas como padres. "El hijo sabio alegra al padre, mas el hombre necio menosprecia a su madre” (Proverbios 15:20).

A mediano plazo deben considerar que la crianza de sus hijos les costará tiempo pero un tiempo diferente en cada etapa de crecimiento. Cuando creen que ya son expertos, se darán cuenta de que ha empezado otra fase que requiere de Uds. un cambio de mentalidad y actividades. ¡Tendrán que seguir aprendiendo! Me he dado cuenta de que sólo hemos aprendido a criar a los hijos cuando el último sale de la casa. Es un aprendizaje constante y exigente.

Por ejemplo, cuando son chiquitos se llena el tiempo cuidándoles, “salvándoles” de una crisis tras otra. Esta etapa parece dominar las energías del papá y de la mamá quienes tienen que sacrificar muchas de sus actividades A.N. (“antes del niño”). Al principio lo toman como una diversión, pero luego empieza a cansar. En este punto algunos padres tratan de evitar el costo por medio de la negligencia o el cuidado mínimo. Si Uds. no están dispuestos a sacrificar sus vidas A.N., no deben tener hijos todavía. Si el niño no recibe el tiempo adecuado del papá y de la mamá, crecerá con muchos problemas de su sexualidad. Decidan dedicarle mucho tiempo en los años de su infancia.

Luego pasan a la etapa en que no hay que cuidarlos tanto físicamente pero ellos necesitan saber que Uds. están con ellos en su espíritu aunque están jugando en otro cuarto o en otra casa. Me refiero a la necesidad del niño de sentirse amado y cuidado, no olvidado o relegado. Por esto a cada rato el niño vendrá a ver dónde están sus papas, luego vuelve a su juego. Esta es la etapa de la seguridad emocional, y pobre del niño que no encuentra a su papá o mamá en casa porque ellos andan en sus cosas.

Sigue la etapa de la escuela primaria y secundaria. Están fuera de casa mucho. El tiempo que requieren de Uds. es cuando ellos están en casa: tiempo para ayudarles con sus tareas, tiempo para darles amor y consuelo en sus problemas. Este tiempo es clave en su desarrollo intelectual y emocional. Son muy activistas en estos años, y Uds. deben tomar tiempo para paseos y actividades especiales. Ellos harán sus cosas con o sin sus padres. ¡Mejor con ellos!

Cuando están en la prepa y facultad, no requerirán tanto tiempo de Uds., pero cuando lo quieren es vital. Las buenas comunicaciones dependen de tiempo – tiempo para hablar de cosas de poca importancia, tiempo para escuchar sus muchos intereses, tiempo para tratar temas profundos. ¡No dejen de estar allí cuando ellos les necesitan!

Por fin, a corto plazo, hay que aprender a darles esos tiempitos del momento presente y no decirles “Después hablamos”, o peor, “No me interrumpas, estoy haciendo algo importante”. ¡Ay, ay, ay! Ese tiempo cortito puede ganar o perder la batalla por una buena relación padre-hijo. Denles toda su atención en esos tiempos cortos. Lo que hacen y cómo lo hacen comunica mucho más de lo que piensan. La comunicación no verbal de fastidio, desinterés, desprecio, etc., cierra la puerta para una relación íntima con su hijo.

Sí, les costará tiempo en todo el sentido de la palabra, pero quiero decirles que vale la pena. Es invertir en otra vida. No es un “gasto” inútil; al contrario, es una inversión que puede traer ganancias eternas para el Reino de Dios, para sus hijos y para su propia vida. No dejen de darles el tiempo que necesitan a largo, mediano y corto plazo.

Queridos amigos casados:

Continuamos en los deberes de los padres para con sus hijos, partiendo de los textos paulinos:

“ Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación en el Señor” (Ef. 6:4)

“ Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten” (Col. 3:21).

Primero, debemos pensar en cómo podemos provocar o exasperar a nuestros hijos. Provocar es “enojar profundamente, continuamente”. Exasperar es “irritar, llevar a una alteración de su ánimo”. Los padres hacemos esto con regaños continuos, críticas de todo lo que hacen, ironías que no pueden captar, chistes malos acerca de su persona, su ropa, sus amigos, etc. También con correcciones fuertes, castigos espontáneos no bien medidos a la situación o lo que les parece injusto. Pasar por alto muchas veces algo que hacen y luego explotar por la misma cosa también les afecta mucho. Con razón se desalientan.

Un amigo y mentor nuestro, Jorge Sánchez, nos enseñó a usar “Las Tres C” en la disciplina de nuestros hijos: Consideración, Corrección y Consistencia. La consideración es recordar que son pequeñas personas con todos los sentimientos de un ser humano y que son indefensos, asustados y vulnerables ante sus padres grandes y fuertes. Consideración es ponerte en los zapatos del otro. ¿Cómo te gusta ser tratado? La Regla de Oro en la práctica. Por falta de consideración se cometen los abusos mentados en la televisión y los peri ódicos.

La corrección no es siempre castigo. Toda buena corrección muestra lo que es malo y lo que es bueno. El castigo o la disciplina es necesario para reforzar la corrección en el caso de una desobediencia, una rebelión contra la autoridad, un desafío a las reglas. A propósito, las reglas deben ser unas pocas esenciales en los niños chicos y aumentadas a la medida de que se desarrollan en capacidad de entender el porqué de ellas. Pero, amigos, la Biblia está claro en que la disciplina es necesaria. Niños indisciplinados son una segura aflicción futura para sus padres, un problema para educadores, familiares y amigos que tienen que aguantar los y una amenaza contra la sociedad futura. El libro de Proverbios muestra cómo Dios quiere que la corrección física sea aplicada, especialmente en los primeros años, cambiando a otras clases de castigo en la pubertad y adolescencia. Consideren las siguientes citas y anoten lo que observan de ellas en este aspecto vital:

Prov. 3:12

13:24

19:18

22:15

23:13,14

29:15,17

La consistencia es otra clave. Todo se echa a perder si decimos que vamos a hacer algo y no lo hacemos. Las promesas deben ser cumplidas - las cosas buenas como las consecuencias de una desobediencia. Si no somos consistentes y constantes, los niños no tendrán seguridad. Es muy difícil cumplir con planes y propósitos que hacemos con los mejores objetivos en nuestra mente cuando estamos cansados o desanimados o distraídos por nuestras propias ondas ego ístas.

La disciplina debe ser equilibrada con la amonestación, la instrucción, y el entrenamiento por palabras bien pensadas y expresadas. La buena comunicación padres-hijos incluye palabras de ánimo cuando hacen bien, de motivación cuando están desanimados, de placer cuando triunfan, pero, cuando sea necesario, de reprobación de actos malos (no de su persona), de advertencias en tiempos de peligro y de reprensión de malas actitudes.

El ejemplo del Sumo Sacerdote Elí en el tiempo de los jueces es de pésima disciplina y amonestación. Dios le acusó de menospreciar a Dios y de honrar a sus hijos más que a El porque Elí “no los reprendió” (I Samuel 2 y 3). Elí era muy anciano y trató de amonestarlos tímidamente, como muchos padres modernos, pero para Dios eso no era nada. Creo que Elí los reprendió poco cuando eran chiquitos, menos cuando eran jóvenes y nada cuando eran grandes. Este es el resultado: hijos menospreciados, rechazados y castigados por Dios.

David cometió el mismo error con algunos de sus hijos, con terribles consecuencias. La Biblia nos da estos malos ejemplos para que aprendamos y no tengamos que sufrir los mismos resultados. Si no queremos seguir la Palabra de Dios sino las siempre cambiantes teorías del mundo, vamos a tener que experimentar estas tragedias familiares.

Proverbios 22:6 dice que debemos enseñar al niño en el camino en que debe andar. El resultado será que aún cuando sea viejo no se apartará de él. Algunos entienden esto como el iniciar al niño en un camino según sus aptitudes, anhelos, sueños o preferencias. El problema de esto es que pocos niños saben lo que realmente quieren. Tienen planes muy idealistas o pasajeros. Otros sí saben y sus padres pueden y deben ayudarles, prepararles e instruirles en todo lo que puedan para conseguir sus metas, si son dignas. Si no las son, hay que mostrarles por qué no las son. A todo costo debemos entender esto y no tratar de forzarlos a ser lo que nosotros queremos. Tristes son las vidas de los que tuvieron que luchar contra los planes paternales para llegar a ser lo que realmente deseaban ser.

Yo tomo la posición que esta instrucción es la espiritual más que la vocacional. Los caminos nuestros (humanos) no son los del Señor (Is. 55:8,9). No es natural el deseo de conocer a Dios y Sus caminos. El niño tiene que ser enseñado en este camino divino. No es el cristianismo como religión sino la realidad de una relación personal con un Dios de amor que dio a Su Hijo, el Camino a Dios. Enseñar al niño a conocer a Jesucristo y así al Padre y al Espíritu de Verdad (el Consejero) es la tarea primordial de los padres. No es la de la Iglesia, las escuelas religiosas, organizaciones para evangelizar a los niños, ni nadie más. A nosotros los padres nos ha sido dada esta responsabilidad. Desde el Antiguo Testamento hasta el día de hoy Dios responsabiliza a los padres por la instrucción espiritual de sus hijos.

Si no sabes hacerlo, busca ayuda en librerías cristianas y apoyo de cristianos que han tenido éxito en esta educación de sus hijos. Deuteronomio 6 nos da un pequeño currículum de los temas mayores: Amor a Dios, Obediencia de Su Palabra, Temor de Dios (reverencia) y el Conocimiento Verdadero de Dios. Nos dice cómo, dónde y cuándo hacerlo. Lee versículos 1 al 15 juntamente con Deut. 5:16 para ver cómo nos toca a los padres motivar y animar a nuestros hijos a obedecernos para que les vaya bien y vivan largas vidas productivas. Si faltamos en esta educación espiritual, estamos dejando que nuestros hijos sigan caminos que no son buenos y les causarán muchos problemas y la pérdida de las bendiciones que deberían heredar de una familia cristiana de verdad.

Una vez vi una lista larga de cómo malcriar a un hijo para que llegue a ser un desastre. La leí y mi di cuenta de que había cometido muchos de los errores mencionados. Pero encontré una lista positiva que pienso que es mucho mejor. La dio nuestro amigo Bruce Hook en un seminario. Le he pedido permiso para pasarla a Uds. para su provecho. Es larga también y forma una agenda para los años que van a tener con cada hijo hasta que salga de su casa e influencia directa. Mi consejo es que vayan marcando los puntos que más les ayuden y que luego escojan como pareja cuáles cinco van a enfatizar por el período necesario hasta que sea una realidad en su relación diaria con sus hijos. Luego tomen otros cinco puntos importantes y aplíquenlos de la misma manera.

Como Criar un Niño para Dios

1. Pide a Dios por tu hijo antes de su nacimiento, y continua pidiendo por él toda su vida.

I Samuel 1:11,27,28; Salmo 71:6; Gálatas 1:15; II Timoteo 1:5

2. Examina tus expectativas para tu hijo. ¿Son realistas?

Génesis 33:12-14; I Corintios 13:11; Mateo 18:10

3. Amalo sin condiciones.

Deuteronomio 7:7; I Juan 4:19; I Juan 4:10

4. Busca oportunidades para alabarle y felicitarle. Expresa tu aprecio hacia él a menudo.

Filipenses 1:3; I Tesalonicenses 1:2; II Tesalonicenses 1:3

5. No le critiques antes de decirle sus puntos fuertes.

I Corintnios 1:3-13

6. Dale la libertad para tomar decisiones donde no haya serias consecuencias. Tu meta es su madurez, no su dependencia total en ti.

Proverbios 22:6; Colosenses 1:27-28; Efesios 4:13-15; 6:4

7. No lo compares con otros, especialmente con sus hermanos.

Gálatas 6:4; II Corintios 10:12,13; I Corintios 12:4-11

8. No lo ridiculices. No lo menosprecies. No lo llames por nombres como tonto ni torpe.

Mateo 7:12; Efesios 4:29,30; Colosenses 4:6; Proverbios 12:18; 16:24

9. No lo corrijas enfrente de otros.

Mateo 18:15

10. No hagas promesas ni amenazas que no puedas ni vayas a cumplir.

Mateo 5:37; Santiago 5:12; Colosenses 3:9

11. No tengas miedo a decir “no”, y cuando lo digas, sé firme.

Génesis 18:19; Proverbios 29:15; 22:15; I Samuel 3:13; I Reyes 1:6

12. Cuando tu hijo tiene problemas o es un problema, no sobre-reacciones ni pierdas control de ti mismo. No le grites.

Efesios 4:26,27; I Corintios 16:14; II Timoteo 2:24,25

13. Comunica optimismo y esperanza. No comuniques por palabra ni acción que te has rendido al hecho de que tu hijo va a ser un fracaso.

Filemón 21; II Corintios 9:1,2; I Corintios 13:7

14. Asegúrate que tu hijo sabe perfectamente lo que esperas de él.

Miqueas 6:8

15. Píde su consejo. Inclúyelo en algunas de las discusiones de las actividades de la familia.

Romanos 1:11,12; II Timoteo 4:11,12; Juan 6:5,6

16. Cuando te equivocas con tu hijo, confiésaselo y pídele perdón.

Mateo 5:23,24; Santiago 5:16

17. Escucha algunas de las ideas de tu hijo en cuanto a vacaciones, quehaceres, problemas, disciplina, etc.

Salmo 128; Prov.18:13,17

18. Estudia las áreas de fuerza en tu hijo, y anímalo a desarrollarlas más. Empieza con una de las áreas.

II Tiimoteo 4:5; I Pedro 4:10

19. Dale mucho amor. Sé libre en la expresión de tu amor en palabras y actos.

I Corintios 13:1-8; 16:14; Juan 13:34,35; I Tesalonicenses 2:7,8

20. Preocúpate más por las actitudes y el carácter de tu hijo que por su habilidad atlética, su ropa, belleza o inteligencia.

I Samuel 16:7, Gálatas 5:22,23; I Pedro 3:4,5; Proverbios 4:23; Mateo 23:25-28

21. Disfruta a tu hijo. Planea actividades con mucha diversión.

Efesios 6:4; Colosenses 3:21; Eclesiastés 3:4

22. Ayuda a tu hijo a aprender a ser responsible al disciplinarlo con justicia, consistencia, amor y rapidez.

Proverbios 13:24; 19:18; 22:15; I Samuel 3:13

23. Ve que la educación de los niños es un proceso que lleva/tarda muchos años.

Efesios 6:4; Proverbios 22:6; Gálatas 6:9; I Corintnios 15:58; Isa ías 28:9,10

24. Vive tus convicciones. Tus hijos aprenderán más observando tu vida que escuchando tus palabras.

Deuteronomio 6:4-9; I Tesalonicenses 2:10-12; Filipenses 4:9; II Timoteo 1:5-7

25. Reconoce que es tu responsabilidad preparar a tu hijo para esta vida y la que sigue.

Efesios 6:4; Deuteronomio 6:4-9; Salmo 78:5-7; II Timoteo 3:15-17

26. Sé sensible a las necesidades, sentimientos, temores y opiniones de tus hijos.

Mateo 18:10; Colosenses 3:21

27. Trata a tu hijo en una manera que demuestre que él es importante y aceptado por ti.

Mateo 18:5,6

28. Evita palabras enojadas o exasperadas.

Proverbios 15:1; Efesios 4:31,32

29. Establece el hábito de leer la Biblia juntos.

II Timoteo 3:15; Salmo 78:5-8; Salmo 119:9-11

30. Escucha bien a tu hijo para que tu hijo querrá acercarse a ti con sus problemas y dificultades. Muestra un interés sincero en su mundo. Mantente disponible para tu hijo, aun cuando estés ocupado.

Santiago 1:19,20; 3:13-18; Filipenses 2:3,4

(Fuente original: How to Grow a Child for God, por Wayne Mack)

Amigos padres, no dejen esta lista en la computadora o sobre el escritorio.