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Los padres como maestros bíblicos

Es necesario afirmar que como padres, nosotros tenemos la responsabilidad primordial para la educación espiritual de nuestros hijos. Algunos dirán que lo pueden hacer mejor; han estudiado mucho, tienen materiales preparados, usan los últimos métodos de la docencia y tienen el llamado divino para hacerlo. Créanme, la responsabilidad mayor es nuestra. Ellos solamente aumentan y enfatizan lo que nosotros empezamos desde la cuna y continuamos enseñando por todo el tiempo que los hijos est án con nosotros.

Otros dicen que los padres no deben enseñar cosas espirituales a sus hijos porque les pueden hacer daño o hacer que no quieran aprender, o aburrirles tanto que pierdan todo interés. Es cierto que algunos padres no han sabido enseñar y han usado la ley más que la gracia, la misericordia y el amor. Esto puede resultar en un rechazo del mensaje de la Biblia pero no debe de ser así. Necesitamos aprender a hacer la enseñanza bíblica interesante, práctica y estimulante.

Otra teoría del mundo secularizado dice que la enseñanza religiosa no es buena para niños. Reprime sus deseos de saber y su curiosidad de experimentar las cosas de la vida. La educación sexual es ejemplo de un tema que parte de la tesis anticristiana y antimoralista. En las escuelas se presentan estilos de vida muy diferentes a lo que enseña la Biblia. Tratan de convencer a los niños a experimentar hasta encontrar lo que les guste como algo "normal".

Dios tiene otro plan. Encontramos muchas veces en la Biblia que los padres tenemos la obligación de empezar esta enseñanza de la Palabra de Dios a nuestros hijos.

"Estos, pues, son los mandamientos, los estatutos y los juicios que el SEÑOR vuestro Dios me ha mandado que os enseñe, para que los pongáis por obra en la tierra que vais a poseer, para que temas al SEÑOR tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos que yo te ordeno, tú y tus hijos y tus nietos, todos los días de tu vida, para que tus días sean prolongados…y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y diligentemente las enseñarás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes." (Deut. 6:1,2,6,7)

"No lo ocultaremos a la generación venidera las alabanzas del SEÑOR, su poder y las maravillas que hizo. Porque El estableció un testimonio en Jacob, y puso una ley en Israel, la cual ordenó a nuestros padres que enseñaran a sus hijos; para que la generación venidera lo supiera, aun los hijos que habían de nacer; y éstos se levantaran y los contaran a sus hijos, para que ellos pusieran su confianza en Dios, y no se olvidaran de las obras de Dios, sino que guardaran sus mandamientos." (Salmo 78:4-7)

"Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no abandones la enseñanza de tu madre."

(Prov. 1:8)

"Oid, hijos, la instrucción de un padre, y prestad atención para que ganéis entendi-miento, porque os doy buena enseñanza; no abandonéis mi instrucción. También yo fui hijo para mi padre, tierno y único a los ojos de mi madre, y él me enseñaba y me decía; Retenga tu corazón mis palabras, guarda mis mandamientos y vivirás." (Prov. 4:1-4)

No hay duda de que Dios quiere que el papá y la mamá sean maestros de la Palabra de Dios a cada uno de sus hijos. Pero la pregunta es: ¿Cómo hemos de enseñar correctamente la verdad? Especialmente si tú no fuiste enseñado bien por tus padres, podrás tener esta clase de preguntas y hasta dudar que seas capaz de hacerlo bien.

Déjenme compartir unos principios. He aprendido de buenos maestros que la Palabra de Dios se enseña bien cuando ilustramos verdades con cosas de la vida común, sacando aplica-ciones prácticas y factibles para mostrar cómo podemos obedecer la Palabra de Dios en la vida cotidiana. Para ilustrar verdades espirituales hay que pensar en cómo los niños entienden las cosas. No piensan con ideas abstractas sino en cosas absolutas o por lo menos imaginables. ¿Cómo enseñó Jesús muchas de Sus verdades? Con parábolas, historias, ejemplos de la agricultura o el hogar, etc. Cada verdad ilustrada así o con un dibujo de objeto real impacta mucho mejor que las no ilustradas y quedan grabadas en la memoria por mucho tiempo.

Por ejemplo, para enseñar que aprendemos a conocer a Dios por medio de la Biblia y la oración, podemos usar el ejemplo de las dos piernas. Pongan nombres a cada pierna: Pedro y Pablo. Díganles que traten de andar con sólo Pedro. Luego con sólo Pablo. Luego que con Pedro y Pablo caminen, corran, brinquen, bailen. Enseñar realidades espirituales con realidades materiales abre su entendimiento. Después de hablar de un tema, los niños y/o los padres pueden hacer un pequeño drama en que actúen lo que han aprendido. Piensen en las cosas más sencillas para ilustrar la verdad. Abundan este tipo de enseñanzas que pueden ser comunicadas visualmente.

Para hacer aplicaciones, es necesario ponernos en el mundo de nuestros niños: sus problemas, necesidades, sueños, temores. De hecho, nunca debemos tratar de enseñar verdades que no son aplicables a los hijos. Historias reales pueden ser usadas para mostrar cómo otros han entendido y practicado esa verdad, o tal vez lo opuesto, como no entendieron ni obedecieron a Dios en circunstancias parecidas. Hacer preguntas de aplicación ayuda a los niños a sacar una aplicación. Afírmenlos en su participación y no permitan que sean ridiculizados por los hermanos.

A mí me gustaba usar historias de personajes bíblicos para enseñar a los hijos a no mentir, no pelear con un hermano, no tener miedo, buscar dirección de Dios, cómo perdonar a otros o cómo ayudar a los que tienen necesidades. Después de leerles la historia particular, les daba hojas y plumones y ellos dibujaban alguna escena o aspecto de la historia que les gustaba, y luego explicaba su dibujo a los demás. Estas verdades se quedarán en sus mentes. Hay Biblias para Niños en que pueden ver las láminas mientras uno les lee la historia. Abundan los buenos libros ilustrados y vídeos para todas las edades que enseñan las lecciones espirituales.

Una palabra de precaución: cuidado con el uso de términos o conceptos no cristianos, por ejemplo, duendes, hadas, monstruos, etc. Los más pequeños creerán que son ciertos. Sólo les confunden acerca de lo que es real. Más tarde tendrán que aceptar como reales unas verdades invisibles. Necesitan saber que cuando enseñamos algo que no pueden ver, es una realidad, no una ficción.

Recomiendo que los padres juntos formen una lista de temas que quieren enseñar y que juntos preparen las lecciones con la ayuda del Espíritu de Dios. La salvación, el perdón, la amistad y paz con Dios, lo bueno y lo malo, la ley de Dios, vida eterna, y la tentación requieren muchas explicaciones. No es tan difícil cuando confíen en Dios y lo hacen con verdadero entusiasmo.

¿Dónde y cuándo? Son preguntas que cada familia tendrá que contestar de acuerdo con sus posibilidades, horarios, facilidades y las edades de los hijos. No debe ser un tiempo muy formal ni un compromiso legalista y seco. Los tiempos familiares deben ser flexibles, a veces más diversión que enseñanza y otras veces más enseñanza que diversión. La sala puede servir para ciertas actividades y la recámara de los papás para otras. No todos los días ni las semanas son iguales. A veces hay muchas tareas escolares. A veces los niños están enfermos o cansados. Lo mejor que podemos hacer es platicar un poco con ellos y orar para que Dios les ayude a sentirse mejor. Si hay problemas entre miembros de la familia, éstos necesitan ser atendidos primero. Busquen variar este tiempo de acuerdo con las circunstancias. Sean flexibles.

Una palabra sobre los niños pequeños. Con los primeros hay que empezar suavemente, dándoles mucha atención y amor para establecer primero la relación de padre-hijo y no sólo otro compañero de juego grandotote. Tomen tiempo para leerles libros y contarles historias. Desde esta plataforma es más fácil introducir las cosas espirituales. Ya cuando tienen hermanitos, éstos les van a imitar y es asombroso cómo aprenden a conocer a Dios.

Mis amigos, hay muchas excusas por no hacer esta labor pero recuerden las razones que Dios nos da para hacerla. Seamos fieles y confiemos en Su poder para cumplir la meta.